AUTOESTIMA

Autoestima

 

por Ricardo P. Tomé

 

Muchos términos que empleamos los psicólogos son de uso coloquial, esto genera no pocos malentendidos al hablar sobre psicología. Por este motivo, creo interesante ofrecer una visión explicativa sobre una característica psicológica importante para entender la forma en la que actuamos e interpretamos la realidad, la autoestima.

 

Antes de hablar sobre la autoestima, es oportuno que aclare un término relacionado como es el autoconcepto; es el conocimiento o creencia que tenemos sobre nosotros mismos, pudiendo tener una gran cantidad de ellos. Podemos decir que es una definición ampliamente compartida. Aunque en un análisis más profundo, vemos que lo esencial es la creencia de la persona, sin tener en cuenta lo sesgado o incorrecto que pueda ser para un observador externo (Brandt y Vonk, 2006). No es tan importante que coincida con lo que piensan los demás, de hecho, en muchas ocasiones no lo hace.

 

En la investigación de este concepto hay distintas orientaciones, desde autores como Allport y Beck que mantienen una estabilidad del concepto a lo largo de la vida, como planteamientos más dinámicos y flexibles, donde las personas pueden variar el contenido del mismo en función del contexto, es decir, podemos construir diferentes autoconceptos (Greve, 2005). También vemos que al diseccionarlo, es posible integrar estas dos orientaciones, flexibilidad y estabilidad (Markus y Kunda, 1986) pudiéndose dar de forma conjunta.

 

Si el autoconcepto fuera completamente inflexible e inamovible, no observaríamos cambios en la visión que tenemos de nosotros mismos, a pesar de los diferentes contextos donde nos desenvolvemos o de los hechos azarosos que invaden nuestra vida. Seguramente el lector pueda recordar algún caso donde un conocido, o quizá él mismo, debido a alguna circunstancia sobrevenida, haya cambiado su imagen pasada por otra totalmente distinta. No obstante, en los conceptos más centrales de nuestra personalidad, el cambio es más resistente (aunque no inmóvil).

 

Una visión flexible del autoconcepto nos da la posibilidad de actuar adaptativamente en cada situación, nos facilita una gran plasticidad, pero también una gran responsabilidad, puesto que está en nuestra mano no desarrollar una visión ilusoria de nosotros mismos, o una visión rígida que nos impida el cambio cuando sea necesario. Debemos ser capaces de estar abiertos a la variación de nuestras creencias para poder hacer frente a cualquier escenario que se nos presente.

 

Una manera de favorecer un cambio de conducta es seleccionar información del entorno, por ejemplo, orientando nuestra atención hacia determinados datos, modificando nuestras creencias: así, se favorecen cursos de acción alternativos, sirviendo de puente entre lo que somos, y lo que nos gustaría llegar a ser. Dicho de otro modo, tenemos una gran capacidad de cambio personal para aplicarlo en nuestro beneficio. Si quiero alterar mi conducta, tengo que empezar por cambiar el discurso que tengo sobre mí mismo. Otro tema muy distinto, es como conseguir ese cambio de discurso, sobre todo en aspectos que consideramos importantes o que se han mantenido inalterables durante mucho tiempo.

 

Hemos hablado anteriormente de la flexibilidad o estabilidad del autoconcepto. Igualmente es muy importante su complejidad, que tiene que ver con el número de aspectos que contenga y de lo independientes que sean unos de otros. Una alta complejidad en esta característica protege nuestra autoestima. Hay muchas diferencias interindividuales en este aspecto.

Las personas con mayor complejidad en su autoconcepto suelen tener mayor estabilidad emocional y ante una situación estresante, sufren menos consecuencias negativas en su salud.

 

¿Qué relación tiene el autoconcepto con la autoestima? Como he explicado anteriormente, el autoconcepto es el conjunto de creencias o imágenes que tenemos sobre nosotros mismos; nuestras habilidades, los roles, formas de actuar, etc. Pues bien, la autoestima sería el componente evaluativo o afectivo del autoconcepto, la actitud positiva o negativa que se tiene en torno a uno mismo.

 

Llegados a este punto, es necesario hacer una aclaración significativa. Es habitual asociar la autoestima con resultados positivos. Pero es fundamental que vaya acompañado con un nivel de competencia, habilidades o acciones concretas, ya que si no lo hacemos, corremos el riesgo de caer en una especie de “pseudonarcisismo” que nos alejará peligrosamente de la realidad, llegando en algunos casos a tener consecuencias desagradables para nuestra vida. Otra manera de evitar que la autoestima nos origine efectos negativos, sería promover un mayor autoconocimiento.

 

Si analizamos el perfil psicológico de las personas con alta o baja autoestima, vemos como las personas que tienen una elevada valoración de sí mismos (si se asocian a competencias o habilidades concretas) aceptan mejor a los demás, aunque no se ha demostrado que pueda predecir la calidad o duración de las relaciones personales, son más perseverantes, planifican adecuadamente la solución de problemas y tienen más iniciativa (Baumeister, Campbell, Krueger, y Vohs, 2003). Ahora bien, tampoco una alta autoestima es la solución final a todos nuestros problemas, sobre todo si se considera como único elemento a tener en cuenta, es decir, parece haber una interrelación con otros factores. Sería interesante estudiar si la alta autoestima es causa o consecuencia del éxito.

 

Se ha revelado una asociación entre baja autoestima y desordenes psicológicos, afecto negativo, ansiedad, depresión, hostilidad y otros indicadores de desajuste personal como evitación y aislamiento (Owens, Stryker, y Goodman, 2006).

 

Las personas con baja autoestima también tienen necesidad de pensar bien de sí mismas, pero creen que no tienen muchos motivos para hacerlo. Consideran además este recurso como valioso (aunque escaso), por lo que tratan de protegerlo, evitando acciones donde haya posibilidades elevadas de fracaso o incertidumbre. No se exponen, buscando la falsa seguridad de no poner en juego la poca autoestima que tienen, actitud muy peligrosa a largo plazo, puesto que llegan a disminuir mucho sus actividades.

 

Hay distintos tipos de autoestima, pero eso lo dejo para un siguiente artículo.

Bibliografía

 

Baumeister, R. F., Campbell, J. D., Krueger, J. I., y Vohs, K. D. (2003). Does high self- esteem cause better performance, interpersonal success, happiness, or healthier lifestyles? Psychological Science in the Public Interest, 4(1), 1-44. doi:10.1111/1529-1006.01431

 

Brandt, A. C., y Vonk, R. (2006). Who do you think you are? on the link between self- knowledge and self-esteem. In M. H. Kernis, y M. H. (. Kernis (Eds.), (pp. 224-

228). New York, NY, US: Psychology Press.

 

 

 

Greve, W. (2005). Maintaining personality: The active and adaptive self as core of individuality and personhood. In W. Greve, K. Rothermund, D. Wentura, W. (. Greve, K. (. Rothermund y D. (. Wentura (Eds.), (pp. 49-70). Ashland, OH, US: Hogrefe y Huber Publishers.

 

Markus, H., y Kunda, Z. (1986). Stability and malleability of the self-concept. Journal of Personality and Social Psychology, 51(4), 858-866. doi:10.1037/0022-

3514.51.4.858

 

 

 

Owens, T. J., Stryker, S., y Goodman, N. (2006). Extending self-esteem theory and research: Sociological and psychological currents Cambridge University Press.

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